Concurso de Sant Jordi

En el instituto se ha realizado en Concurso de Sant Jordi y este jueves se hace la entrega de premios. En primer ciclo ha participado mucha gente pero en segundo ciclo y en bachillerato y módulos no han participado tantos; aunque habían algunos escritos bastante buenos. Hay uno en concreto que nos ha encantado a todas las miembros del jurado: todas le hemos dado un cinco de nota máxima. Ya preguntaré y, si es posible, os lo pondré aquí en el blog.
De momento, y teniendo en cuenta que yo también he sido estudiante y que también he participado en concursos literarios, os paso a continuación dos escritos que entregué para el concurso de Sant Jordi de 1993 (más o menos), uno es en prosa y el otro en verso. No gané (tenía una amiga en el grupo de ciencias que escribía y escribe de maravilla), pero me alegré al ver que habían sido seleccionados como algunos de los mejores. De pequeña me gustaba escribir y leía mucho (lástima que ahora no disponga de tanto tiempo...) y aprovechaba cualquier situación para empezar a escribir algo; lo mismo que hacéis vosotros en clase pero en vez de escribir notitas, yo realizaba escritos.
Como siempre, o casi siempre, los escritos tiene algo de biográfico; hay algo que te inspira para poder escribir, una situación, un comentario, un hecho, no sé.
Cuando los escribí tenía unos 16 años, ¡ya me diréis qué os parecen! El escrito de prosa lo hice en un momento concreto y en una situación precisa, por eso ni siquiera lo retoqué; escribí y tal cual salió lo dejé. El título, por desgracia, le viene como anillo al dedo...

Silencio roto.
Es de noche y afuera
reina la oscuridad.
Estoy en mi habitación, sola,
con una simple luz
que va iluminando mi rostro
con sus cálidos reflejos.
De repente,
todos los pensamientos
se agolpan en mi mente;
pensamientos y sentimientos
que yo creía haber olvidado
pero que siguen ahí,
intactos con el paso del tiempo,
envueltos en una suave tela
como de seda y terciopelo.
Poco a poco va amaneciendo
y se van escuchando
los primeros cantares de los pájaros
y la dulce melodía del viento
jugando entre los árboles.
Ya es de día y yo
sigo sola en mi habitación...


Eutanasia.
Las horas van pasando, los minutos parecen no acabar nunca, he de tomar una decisión y no sé a qué atenerme. Dios sabe bien que la quiero y que daría mi vida por la suya... Dios lo sabe...
¿Por qué precisamente ella? Es muy joven todavía, ni siquiera ha llegado a disfrutar plenamente de la vida. La veo tan débil; esos ojos azules no son característicos en ella; esa expresión de sus ojos, de dolor, de angustia...
¿Sería egoísta de mi parte retenerla de este modo? ¿Cómo podría yo remediar su situación? No sé qué hacer ni cómo reaccionar cuando llegue el momento...
Ni siquiera sé qué decirle. Espero que sepa que la quiero aunque probablemente esté agobiándola todo el rato... Sus latidos son cada vez más profundos; parece como si poco a poco se fuera desvaneciendo... Pero la veo de tal manera, ella quiere seguir viva, lo sé; pero la pobre no puede.
Cuando me acerco a ella y me responde, siento como si de un momento a otro fuese a recuperar sus fuerzas, como si de repente la luz del Sol y la fuerza y el vigor armonioso de la Luna fuesen a inundar su corazón. Sé que poco a poco se está consumiendo por dentro, pero también sé que ella está luchando contra viento y marea para reponerse y no dejarse abatir por esta terrible enfermedad; o al menos eso espero...
No quiero verla morir, pero quiero estar con ella en sus últimos momentos cuando poco a poco vaya cerrando sus ojos, cuando vea aparecer una bruma alrededor suyo y se percate de que es la Muerte que ha venido en su busca para llevarla posiblemente a otro mundo quizás mejor...

¡Por cierto! Un besazo enorme a mi amigo J.M. que ahora mismo no está pasando por un buen momento. ¡Ya verás que todo saldrá bien!